Ya hacía dos días estaba de viaje para ir desde Uruguay a su encuentro, recuerdo bien ese primer día cuando llegué, estaban todas allí de pie, bellas como ríos y flores, fuertes como montañas, como ventiscas antes de la tormenta. Mirándolas a cada una de ellas, reconocí el territorio dibujado en sus rostros y también pude ver que muchos vendavales habían intentado atravesarlas y destruirlas pero ellas habían logrado re-florecer entre los estropajos que les dejaba el mundo invasor de cemento, como la naturaleza venían; quizás fue eso lo que más conmovió mi cuerpa toda…
Con sus brotes llegaron también y por los brotes asesinados antes del crecer ,por lo injusto del racismo siniestro y colonial que es el dios de todo el odio que dispara, para ser fértil y sinuosas fuegos encendidas, vital ,pactamos una misma voz ,un misterioso encuentro que estrecha fronteras y unifica los corazones de nuestras Mujeres enseñantes creadoras de lo furtivo y eterno, traían en su mirada el destello de la luna y sus manos sabían tejer y hacer de los escombros mundos nuevos, nuevas canciones y sus bocas entonan y hacer renacer la vida toda. Tejían infinidades de puentes para llegar hasta el espíritu del corazón latiente de todo lo que vive, irremediablemente había que seguir provocando la vida, no callar, no dejar que todo lo injusto se volviera silencio de ese que encierra el alma en un abismo y esconde la llave para no ser libre jamás. Mi espiritual memoria volvió a sentir la llama sagrada y otra vez quiso ser, otra vez quiso enmarañarse en montes, ríos y caminos…
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